jueves, 5 de junio de 2008

Por si acaso...

Reflexiones tras un viaje a Tacna


Hace poco tiempo que llegué a Arica. Soy santiaguino y los últimos dos años los pasé en Antofagasta, realizando parte de mi formación para el sacerdocio.

El cielo es igual de azul
Como muchos ariqueños, voy seguido a Tacna. Hace unos domingos atrás, por la tarde, hice el mismo viaje para quedarme en casa de mis compañeros jesuitas que viven en esa ciudad. Cuando bajé del auto, miré el cielo y me di cuenta que estaba muy lindo y quise retratarlo con mi cámara. Luego pensé que el cielo en Arica era igual y que, por lo tanto, su belleza no dependía de ningún tipo de política gubernamental, ni de quiénes vivían bajo su alero, sino que simplemente es así… para todos.

Dios es para todos
Cuando desperté al otro día, llamé un radio taxi porque quería ir al centro, pasar a la catedral y sacar algunas fotos. Al subirme, indiqué al chofer donde iba. Como venía de ‘la casa de los curas’ me preguntó: ¿es usted sacerdote? Le respondí que sí -para no explicarle que aún me faltan unos años, pues sería muy largo de explicar-. ¿De dónde es?, siguió preguntado. Cuando escuchó que era chileno, comenzó a contar la historia de un sacerdote colombiano que tenían en su comunidad parroquial y cómo lo habían celebrado después de cumplir un año en Perú. Terminó su historia sentenciando: “Dios no tiene fronteras, porque es para todos”. Luego de recorrer la catedral y tomar las fotos, subí al auto que me traería a Arica nuevamente. Después de pasado el control fronterizo de Chile, me puse a observar la cantidad de posiciones militares que hay en los cerros y la inmensidad del campo minado. Era un inmenso recordatorio de nuestra historia de enemistades, de dificultades para el diálogo, de heridas, de amenazas y muchas otras cosas que hacen imposible que nos veamos con cariño y confianza.

Campos minados… por si acaso
Pensando en estas experiencias, me llama poderosamente la atención lo cerca y lo lejos que estamos chilenos y peruanos. Pareciera ser, que aunque nos acercamos -porque muchos chilenos vamos a Tacna y muchos peruanos vienen a Arica -, siempre hay signos que nos recuerdan nuestros mutuos odios, anclados en el pasado. Las trincheras señaladas y los campos minados, me hablan de que “por si acaso” debemos estar dispuestos a usarlas, porque “no se sabe lo que pueda pasar”.

Jesús ‘de los extranjeros’
En todo esto, el Señor nos puede ayudar mucho más de lo que nosotros creemos, pues Él mismo se atreve a ir a los samaritanos y ponerlos de ejemplo; Él mismo cruza al pueblo de los gerasenos donde pareciera que el único que habita es el demonio. El Señor nos muestra, lo mismo que me mostró el taxista, que para agrandar el corazón y la perspectiva del mundo es necesario dejar que los otros entren, que los otros nos enseñen a vivir y así, construir entre todos, un mundo donde no haya exclusiones, ni rencillas, ni desconfianzas.

Le agradezco a este taxista la invitación a conocerlo y a abolir las fronteras –fronteras que también están en la mente y el corazón-, pues al compartir con él reconocí que Dios, con quien conversé en mi oración en la catedral, también estaba en Chile cuando le conté mi fin de semana en Tacna.
Cristian Contreras SJ
Estudiante jesuita
Colaborador en Red Ignacia Arica

1 comentario:

Daniel Mora dijo...

Dios es el Dios de todos... cuanta verdad, asi de simple, quiza es por eso, por su simpleza, que nos cuesta tanto entenderlo.

Gracias a San Ignacio y a la compañia de Jesus he podido empezar a vivir el evangelio con humildad, sin miedo a perder la gracia, sin imponer el evangelio, a proponerlo con la vida, sin pensar que soy mas importante que alguien por que creo o por que se algo, pues Jesus me pide amor por todos.

Gracias por este post que nos muestra que los mejores maestros nos llegan en cualquier momento y si somos soberbios no podemos disfrutarlo.

Dios nos bendiga


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