sábado, 7 de junio de 2008

Mision de la Compañía de Jesús en Arica

El Contexto
Nuestra misión se desprende del contexto en que vivimos:
  • Arica es una ciudad fronteriza: limita con Perú y Bolivia. El pasado de nuestra ciudad es bélico y aún hay heridas que no terminan de cicatrizar.
  • Por el carácter limítrofe, la mezcla étnica -aymará, afrodecendiente y pampina de origen español- está en las raíces mismas de la ciudad y sus habitantes.
  • Desde el punto de vista social, político y económico, existe una sensación de abandono de parte del resto del país.

La misión Considerando lo señalado –y las palabras del Papa Benedicto XVI a los jesuitas en la CG 35-, el Provincial de la Compañía de Jesús en Chile, en comunión con las líneas pastorales de la diócesis de Arica-Parinacota, definió nuestra misión a partir de dos ejes que atraviesen todo nuestro accionar apostólico en las obras que están bajo nuestra responsabilidad y en las misiones particulares que tengamos.

Estos ejes son:

  • La formación de agentes pastorales desde el Concilio Vaticano II y los documentos del Episcopado de América Latina (Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida). Un elemento clave de la formación que ofreceremos serán los Ejercicios Espirituales en todas sus variantes.
  • El servicio de la fe y la promoción de la justicia.

Estructura de apoyo para realizar nuestra misión
Los jesuitas son enviados a la misión de Arica. El Superior local, en plena comunión con el Provincial, concretizará la misión particular del jesuita enviado considerando la misión que tenemos en Arica y su situación particular. Es decisión deliberada que esta misión la realicemos en equipo.

Para esto, habrá dos polos de irradiación apostólicos y una estructura que aglutinará todas las obras y/o movimiento bajo nuestra responsabilidad. Los polos tendrán un equipo de jesuitas que, a su vez, estarán vinculados entre ellos.

  • Polo Parroquia Santa Cruz-Centro Ignaciano-Bailes Religiosos.
    Jesuitas involucrados: Párroco Santa Cruz y Director del Centro Ignaciano; Subdirector del Centro Ignaciano, Asesor de los Bailes y Vicario Parroquial.
  • Polo Parroquia El Carmen-Bailes Religiosos.
    Jesuitas involucrados: Párroco El Carmen y Asesor de los Bailes.

La estructura que aglutina todas las obras y/o movimientos (parroquias El Carmen y Santa Cruz, Centro Ignaciano, Hogar Protegido San Pedro Claver, Hogar de Cristo, Encuentro Matrimonial, MEJ y Bailes Religiosos) es la Red Apostólica Ignaciana de Arica, la cual tiene estos dos polos de irradiación apostólica: adulta y juvenil. Esta red es asesorada por el Superior con apoyo de otros jesuitas.

Por ello, en un trabajo en conjunto de laicos y jesuitas, se ha creado esta estructura con dos expresiones, y así facilitar la concreción de los objetivos enunciados.

Trabajo en colaboración: Bolivia, Perú, Chile
Las comunidades jesuitas de los tres países han realizado diversas actividades en conjunto. Se ha organizado variados talleres, encuentro y jornadas desde la realidad fronteriza. Incluso algunas instancia formativas han sido dadas para los laicos en Tacna y Arica. Además, las comunidades jesuitas de ambas ciudades se reúnen una vez al semestre en cada casa para discutir y reflexionar ‘desde la frontera’.

Es bueno consignar que el año 2006, con la presencia de los tres Provinciales jesuitas, se realizó el Encuentro de las Tres Frontera, en Arica. Allí se dio inicio a este trabajo en conjunto. Además, en el año 2007 visitamos El Alto de la Paz y La Paz, estableciendo puntos de contacto y colaboración conjunta, formación, migrantes, etc.

Proyectos que concretan la misión como procesos de mediano y largo alcance
Toda la comunidad es responsable de los diversos proyectos. De modo particular el Superior debe velar para que los diversos proyectos y equipos apunten en la misma dirección.


Benedicto XVI a los Jesuitas
La intervención del Papa Benedicto XVI en la última Congregación General de los jesuitas nos ha inspirado mucho en nuestra actual misión. He aquí un extracto de sus palabras.


“Vuestra Congregación se celebra en un período de profundos cambios sociales, económicos, políticos; de acuciantes problemas éticos, culturales y medioambientales y de conflictos de todo tipo, pero también de comunicaciones más intensas entre los pueblos, de nuevas posibilidades de conocimiento y diálogo, de hondas aspiraciones a la paz.

Se trata de situaciones que constituyen un reto importante para la Iglesia católica y para su capacidad de anunciar a nuestros contemporáneos la Palabra de esperanza y de salvación. Espero, pues, ardientemente que toda la Compañía de Jesús, gracias a los resultados de vuestra Congregación, pueda vivir con impulso y fervor renovados la misión para la que el Espíritu la suscitó en la Iglesia y la ha conservado durante más de cuatro siglos y medio con extraordinaria fecundidad de frutos apostólicos.

Hoy deseo animaros a vosotros y a vuestros hermanos para que prosigáis en el camino de esa misión, con plena fidelidad a vuestro carisma originario, en el contexto eclesial y social propio de este inicio de milenio. Como en varias ocasiones os han dicho mis antecesores, la Iglesia os necesita, cuenta con vosotros y en vosotros sigue confiando, particularmente para alcanzar aquellos lugares físicos o espirituales a los que otros no llegan o encuentran difícil hacerlo.

Han quedado grabadas en vuestro corazón aquellas palabras de Pablo VI: «Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles y de primera línea, en los cruces de las ideologías, en las trincheras sociales, ha habido o hay confrontación entre las exigencias urgentes del hombre y el mensaje cristiano, allí han estado y están los jesuitas» (Discurso a la CG 32 Año 1974).

Hoy los nuevos pueblos que no conocen al Señor —o que lo conocen mal, hasta el punto de no saber reconocerlo como el Salvador— están más alejados en lo cultural que en lo geográfico. No son los mares o las grandes distancias los obstáculos que desafían hoy a los heraldos del Evangelio, sino las fronteras que, debido a una visión errónea o superficial de Dios y del hombre, acaban alzándose entre la fe y el saber humano, la fe y la ciencia moderna, la fe y el compromiso por la justicia.

Por eso la Iglesia necesita con urgencia personas de fe sólida y profunda, de cultura seria y de auténtica sensibilidad humana y social; necesita religiosos y sacerdotes que dediquen su vida precisamente a permanecer en esas fronteras para testimoniar y ayudar a comprender que existe, en cambio, una armonía profunda entre fe y razón, entre espíritu evangélico, sed de justicia y laboriosidad por la paz. Sólo así será posible dar a conocer el verdadero rostro del Señor a tantos hombres para los que éste permanece hoy oculto o irreconocible. A ello debe dedicarse, pues, preferentemente la Compañía de Jesús.

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